Pedagogía Y Didáctica

El otro día iba caminando con Violeta por copilco, despotricando, como siempre, acerca de mi actual incursión en el basto mundo del negocio franquiciatario de la educación. (o más bien enseñanza del idioma inglés) En algún momento, entre uno y otro sorbo de su eskimo de vainilla, Violeta dijo "Te escucho hablar y me dan ganas de cambiarme a traducción" Violeta está especializada en didáctica y es de hecho una de las personas de las que más he aprendido sobre la materia, por lo que ser la causante de semejante decepción vocacional fue para mi también una decepción muy fuerte.

Debo aclarar entonces, que me gusta mi trabajo, que de verdad disfruto compartir el conocimiento de algo que a mi me apasiona tanto y que he estudiado desde que tengo memoria. Es decir, que de verdad amo mi trabajo, a pesar de mis constantes quejas sobre la inherente estúpidez de mis alumnos y su completa falta de inspiración. A pesar de sus rostros inexpresivos y de sus preguntas inverosímiles por lo absurdas y de sus respuestas increíblemente desacertadas. A pesar de la poca paga y los talleres a los que me obligan a asistir. Y a pesar también de que sino me he ido a dormir es por estar aquí preparando las clases que ellos (aún ahora, mientras duermen, se preparan para ignorar...) Y MI UNIFORME!!! porque los alumnos no lo usan pero yo sí:
un pantalón negro y una blusa amarilla a rayas que no le favorece a nadie, y que en el mejor de los casos lo hace a uno parecer abeja excesivamente desarrollada.
A pesar de todos estos y otros inconvenientes que no voy a enumerar por "un cierto temor a lo infinito" (como dice Agustín Monsreal) ser maestra me hace feliz, y es más de lo que puedo decir de la mayoria, si no es que de todos mis trabajos anteriores.

Espero que Violeta no se vuelva traductora, es decir que no renuncie a la didáctica, porque estoy convencida de que tiene un talento natural, y porque a demás, la otra alternativa, es dejar que las estudiantes de pedagogía de verdad se pongan a dar clases.